viernes, 18 de febrero de 2011

La ciudad es el recuerdo

Esa ciudad, abandonada a su suerte y devastada por la piqueta, en la que a falta de otra cosa uno acababa por encariñarse con la mugre, los jaramagos, las paredes desconchadas y los escombros, cuyos rincones olían a orines y a excrementos de perro, cutre y borde al mismo tiempo, ya sólo existe en la memoria de los que hubieron de pasar en ella un trecho de su vida, y no precisamente el peor. Para los nostálgicos del derribing (arte de colarse en un derribo y deambular entre cascotes) y del estacionamiento ad líbitum, pongo aquí uno de los cortometrajes que a finales de los años setenta filmó, con pocos medios y mucha cara, el arquitecto y/o cineasta Juan Sebastián Bollaín, tío de Icíar. Merece la pena, creo yo, recordarse uno a sí mismo atravesando la plaza del Pozo Santo, camino del colegio, con uno de aquellos fantásticos pantalones de campana que mamá nos compraba en Simago.


domingo, 13 de febrero de 2011

Rapé

Una frase dicha hace unos cien años por mi profesor de derecho civil se me ha aparecido en sueños; surgió de repente, en mitad de una escena de azoteas y muebles desbaratados, y ahí se quedó flotando como una mancha verbal. La frase era (pronúnciese lentamente): El rapé es el tabaco del futuro. El rapé, el tabaco del futuro... Estuve toda la noche dándole vueltas a la frasecita. Ya me veía en el estanco pidiéndole a la dependienta -con ese tono que usamos en la farmacia para pedir ciertos artículos- una cajita de rapé, si es que el rapé se vende en cajitas, si es que todavía se vende rapé en los estancos; ya me veía esnifando rapé, desenvuelto y sin complejos, tal y como había visto hacer en la facultad al profesor G. (dandi jesuita) en tantas ocasiones. Porque llegué a convencerme de que, en efecto, el rapé es el tabaco del futuro, el tabaco sin humo que nos conviene. Y muy torpe, muy desagradecido sería yo si desoyera la advertencia que en sueños se ha tomado la molestia de hacerme un ilustre catedrático.