miércoles, 15 de noviembre de 2017

Cuchillo que no corta / quiero ser rentista

Abandonar una vieja (y apolillada) amistad como quien cierra un negocio ruinoso al cabo de muchos años de darle coba inútilmente. Sensación de descanso, de profundo alivio, de enfermedad superada (enfermedad un tanto vergonzante, todo sea dicho). Único error que me reconozco: haber dado a entender que mi paciencia era infinita, cuando en realidad podía acabarse en cualquier momento.

Leo en El cuaderno gris de Josep Pla: "Me gustaría tener dinero, porque el dinero es la libertad, sobre todo en nuestro país; pero no el dinero cuya administración me hiciese perder demasiado tiempo o me produjese una forma de angustia triste y estéril." Se trata, en definitiva, del dinero del pequeño rentista. Heredar media docena de pisos y ponerlos a rentar, no tener que realizar otro esfuerzo que el de telefonear de vez en cuando al fontanero o al abogado de la familia –en eso o en algo parecido debe de consistir la libertad, que es, permítaseme la perogrullada, la base de cualquier felicidad imaginable. Una rentita segura, suficiente, y lo demás ya es cosa de uno (azares aparte).