Transcurrió el día de mi cumpleaños. Celebración. Entiendo que a cierta edad ya no hay nada que celebrar, pero un cumpleaños es siempre una excusa para recibir y aun exigir (suavemente, claro está, con zalamerías) regalos. Al día siguiente, sábado 28, nos reunimos a almorzar en mi casa los de siempre. Confesiones inesperadas de alguien cuyo nombre no debo revelar aquí y que hacen bueno el adagio
in vino veritas.
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