jueves, 12 de noviembre de 2020

Cosmos

1. Tuve, para que no se diga, mi particular semaine de bonté en cierto pueblo de la costa, muy frecuentado por los amantes del langostino tigre y de los vinos generosos. Itinerario ascendente: playa, calzada, callejuelas, dos plazas muy coquetonas, empinadas cuestas y finalmente la mole color arena del castillo. Un discreto recreo para mis ojos, que ya andaban muy pero que muy cansados de posarse en las mismas archisabidas cosas de siempre. En fin, sin misterios: Sanlúcar de Barrameda, del ocho al quince de agosto. 2. Pero nos quedó un regusto a vacío, a tiempo hueco. El veraneo (de alguna manera habrá que llamarlo) nos dejó un poso de aburrimiento y tristeza que todavía no se ha diluido y que inexplicablemente no mitigan los trabajos ni los días. 3. Días que se gastan en trabajos, trabajos que dan sus frutos, frutos que amaso, que atesoro, como si uno fuera hijo de un ditero, en cajas de puros y otros escondrijos clásicos. A estas lúgubres miserias, Paulino, se ha reducido toda mi diversión en los últimos tiempos. 4. Doña Pandemia vino recientemente a visitarnos. No me tocó de lleno, o al menos eso he de creer por el momento, pero me ha dejado confinado en casa y aquí debo seguir hasta que pase la cuarentena. (Uno, en su ignorancia, creía que la cuarentena debía tener cuarenta días; pero no, solo son diez.) 5. Confinado, confinado... ¡Ah, las palabras! ¡Ah, los políticos y las palabras! La expresión "nueva normalidad" como ejemplo de la neolengua que se nos ha venido encima. Y mi favorita: "restricción de la movilidad nocturna", en vez del eufónico y evocador "toque de queda" de toda la vida. 6. Se nos entristece el alma cuando uno ya no puede ni fumarse un cigarrito en una esquina. 7. Ni apalancarse en la barra de un bar, ni dar bandazos por las calles a las tres de la madrugada. Ni nada de nada. 8. Y esta sensación de que en cualquier momento caerá el palo sobre el lomo. Estas inquietudes sin objeto visible, estos temblorcitos del corazón. 9. Y la cólera que, según mi observador hijo, se me dispara a las primeras de cambio. Las ganas de coger por el cuello al inquilino que no paga y además se niega a aceptar las cuentas que le presento, o al cliente díscolo que no sigue mi consejo, o a la carnicera del supermercado que se despide de mí con una sonrisa falsa y ese insoportable "buen día" tan desdichadamente de moda, o a ese tipo sabihondo que quiere saber  más que yo, y eso sí que no, de ninguna manera. Cóleras de ditero viejo son, de ditero soberbio y miserable. Bien lo sé. ¡Yo, que no era así en absoluto! Qué asco me da reconocerlo y no saber cómo ponerle remedio. 10. [...] 11. Mis sueños son cada vez más enrevesados y barrocos. Hago desfilar por ellos a todo el mundo, amigos y enemigos, vivos y muertos, y no hay escenario ni combinación de escenarios que rehúse. Compensan la monotonía de la vigilia. Y además, no hay que llevar mascarilla.