domingo, 25 de febrero de 2024

Notas para un western imaginario

Empleado por primera vez en mi vida a una edad en la que más de uno ya empieza a pensar en desemplearse. Fue dar la gran patada y verme metido en esto. Veremos en qué acaba la cosa.

En mi cuenta corriente hay más rublos de los que sabría gastar. La pobreza es estimulante. Pero la riqueza, sobrellevada sin pasiones y con la cabeza fría, también lo es.

Sigue habiendo demasiados trenes. Y es cansado. Al principio es bonito lo de los trenes. Luego no tanto.

En los trenes de ahora, además... En los trenes de antes había pasillos y compartimentos y uno podía fumar cuanto quisiera e incluso compartir una botella de vino con los amigos. Yo lo he hecho. Todo era posible en aquellos trenes —el amor y la muerte y cuanto cabe en medio. Pero en los trenes de ahora...

En los trenes de ahora se trabaja.

Lo peor de Madrid son las cuestas.

Nunca hay que pensar en esto: que la vida es finita, que cualquier tiempo pasado fue mejor, que el cuerpo irá venciéndose y haciéndosenos cada vez más ajeno y menos comprensible, que lo que nos queda por ver no será mejor ni peor que lo que ya hemos visto, que a la larga todo cansa, todo hastía, todo repele, que somos culpables de vaya usted a saber qué, que somos víctimas de vaya usted a saber qué.

«No pienses, hijo, no pienses.»

«Pero si no pienso en nada, mamá.»