martes, 31 de diciembre de 2024

Lo que nos agrada

El sol de la tarde en la fachada del instituto San Isidoro.

Los libros.

El chocolate, que engorda, y el tabaco, que enferma.

Los bares de mi juventud, de los que apenas sobreviven tres o cuatro. El Dueñas, el Vizcaíno, la Rebotica, el Tremendo.

Contar dinero.

Pensar en lo agradable que sería dar un paseo por el campo o por la playa. Pensarlo y no hacerlo.

Soñar que voy en bicicleta.

El ajedrez.

Hablar de esto y de lo otro con alguien que sepa, sin pedantería, quién fue Tarkovski o Rulfo.

La bohemia a tragos cortos.

Posponer sine die el estudio de la lógica.

Los comics de ciencia ficción de los años setenta y ochenta.

Lo ruso. Los escritores rusos. Los cartelistas soviéticos. La arquitectura soviética. Etc.

Las miniaturas medievales.

La calle Atienza, de la que nunca he salido.

El bourbon. Jim Beam o en su defecto Four Roses.

El valor de los toreros.

La televisión en blanco y negro.

Reencontrarme después de muchos años con algún amigo de la infancia y comprobar con alegría que seguimos siendo niños.

La canción Never Marry a Railroad Man y la mujer que la canta.

Los juguetes mecánicos antiguos.

La moda masculina de mediados del siglo XIX.

Imaginar que soy William Faulkner, pero no a todas horas.

domingo, 16 de junio de 2024

Hondo sevillano hondo

Estos viejos condiscípulos míos, con sus hermandades y sus cofradías, su ruan y su esparto, sus rezos y sus estampitas. Estos hijos y nietos del nacionalcatolicismo, que votan a Vox «sin complejos», según dicen a boca llena y pecho henchido. Con sus fobias —los rojos y todo lo que a rojo les huela— y sus filias —la patria, la fe, los valores y similares artefactos—. Calvos algunos, con gran barriga otros. Con vara en el Corpus todos.

Eran niños rancios que ya llevaban dentro al viejo rancio que acabarían siendo cuando nos sentábamos, bien apretaditos, en los pupitres del San Francisco de Paula. Yo anduve siempre un poco o un mucho al margen. Pero anduve, anduve con ellos. Anduve, jugué y conversé con ellos. Y algo los conozco. Un poco, vaya.

Yo soy, por si todavía no se han dado cuenta, un desclasado.