martes, 5 de octubre de 2021

La vida tengo ganada

Mi proyecto de vivir como un salvaje sin salir de casa se vio truncado por una visita de urgencia al dentista. Tuve que ducharme, afeitarme (adiós a mi barba de náufrago), ponerme pantalones (hasta entonces me habían bastado y aun sobrado unos simples calzoncillos), etc., todo eso para ofrecer un aspecto civilizado bajo la fresa. Volví, pues, al punto cero del salvajismo, y casi simultáneamente me deshice de un buen puñado de rublos que hicieron aún más rico a mi dentista. Estos hechos ocurrieron a principios de agosto, en la que podríamos llamar fase quimérica de las vacaciones. Los anoto ahora, en otoño, porque justo ahora me entró la nostalgia de vaya usted a saber qué.