lunes, 29 de junio de 2009

MI TÍO RAFAEL

Cuando tomó conciencia de que sus hermanos lo habían estafado, se compró una pistola (no me dijo dónde ni cómo) y después se bebió de un tirón una botella de aguardiente para infundirse valor -él, que apenas probaba el alcohol y que fue un tímido durante toda su vida. Borracho perdido, dando traspiés y maldiciendo a su propia sangre, anduvo sin rumbo por calles y arrabales (la pistola en el bolsillo de la chaqueta de hilo, golpeándole el costado a cada paso) bajo el insoportable sol de julio. A la mañana siguiente despertó tirado entre las matas de tomate de la huerta que había sido de su abuelo y de su padre y ahora era de sus hermanos; la tierra sobre la que, pasados los años de guerra y miseria, se levantaría una populosa barriada. La cabeza le dolía terriblemente y le temblaba todo el cuerpo. No recordaba cómo había llegado hasta allí, y la pistola no aparecía por ninguna parte. No obstante, sabía que no era un fratricida. Se sacudió el polvo que cubría sus ropas y tomó el camino que conducía a casa. Aplazó indefinidamente su venganza; e hizo bien, en mi opinión.
Esta historia me la contó mi tío Rafael pocos meses antes de morir. A mi tío aprendí a quererlo después de muerto, y es una pena que así haya sido, porque creo que él me quería de verdad y yo tal vez no supe corresponderle.

jueves, 25 de junio de 2009

MIS LIBROS

Mis libros se me mueren de humedad y moho y también de falta de cariño. Sacarlos de aquí, del despacho, y llevarlos a casa. Pero entonces, ¿qué hacer con la librería vacía, esta enorme librería que de ninguna manera podría encajar ahora en el salón? Tribulaciones de un lector atribulado.

miércoles, 24 de junio de 2009

PESSOA (II)

Rectifico, rectifico. ¿Por qué no habría de querer yo vivir la vida de Fernando Pessoa? ¿Acaso no fue infinitamente más rica en todos los aspectos, incluidos los puramente mundanos, que la que me ha tocado vivir? ¿Por qué me he dejado engañar con tanta facilidad por la máscara-Bernardo Soares? ¿Por qué he confundido la máscara con el verdadero rostro que hay debajo?
Respuesta: porque Pessoa es un genio de la mascarada.
(Escrito después de hojear el libro de Ángel Crespo Con Fernando Pessoa)

martes, 23 de junio de 2009

PESSOA

Releyendo al azar algunos párrafos de El libro del desasosiego me viene a la cabeza un pensamiento que nada me cuesta poner por escrito: yo no querría vivir una vida como la que vivió Fernando Pessoa (o Bernardo Soares), no querría de ningún modo ser y sentirme Fernando Pessoa. Y sin embargo, ¡qué no daría yo por escribir como Fernando Pessoa! Pero para escribir como Pessoa hay que ser Pessoa, no hay otro método. Y de ningún modo, insisto, querría yo ser Pessoa. Y eso es todo lo que tenía que decir.


"Nos convertimos en esfinges, aunque falsas, hasta el punto de no saber ya quiénes somos. Porque, por lo demás, lo que somos es esfinges falsas y no sabemos lo que realmente somos. El único modo de que estemos de acuerdo con la vida es que estemos en desacuerdo con nosotros. Lo absurdo es lo divino. Establecer teorías, pensadas larga y honestamente, sólo para embestir, después, contra ellas; actuar y justificar nuestras acciones con teorías que las condenan. Trazar un camino y obrar de inmediato de modo tal que, por ese camino, ya no podamos seguir. Gesticular y proceder como alguien que no somos ni aspiramos a ser; como alguien que ni siquiera pretendemos que sea considerado como siendo nosotros. Comprar libros para no leerlos; ir a conciertos para no escuchar la música ni para ver quien allí va; dar largos paseos porque se está harto de caminar e ir a pasar unos días al campo sólo porque el campo nos disgusta."

viernes, 19 de junio de 2009

DESCUBRIRÁ PARA SU FELICIDAD

Descubrirá para su felicidad que nadie está al volante, nadie conduce el camión que se lanza carretera abajo a velocidad vertiginosa, la carretera de tierra rojiza y elemental, el destartalado camión en el que viaja sentado sobre el capó, dichoso y sin esperanza, resuelto a aceptar lo que venga, atravesando el aire caliente.

domingo, 7 de junio de 2009

NO ME ACUERDO (II)

Nueva serie de olvidos:

21. No me acuerdo del sabor del cordero asado que comí en Estambul. Posiblemente, la única vez que he comido cordero asado.
22. No me acuerdo de lo que tengo que comprar en el supermercado. Tampoco me acordé de hacer una lista.
23. No me acuerdo de haber comido langosta o caviar auténtico en mi vida.
24. No me acuerdo del momento en que dejé de ser un aplicado alumno que sacaba sobresaliente en todas las asignaturas, para convertirme en un alumno mediocre e indolente que se conformaba con ir pasando de curso.
25. No me acuerdo de haber escrito en mi vida una sola página que me haya satisfecho por completo, si exceptuamos las redacciones escolares.
26. No me acuerdo de lo que quería ser de mayor.
27. No me acuerdo del número de veces que he dejado de fumar.
28. No me acuerdo del argumento de El escarabajo de oro.
29. No me acuerdo de cómo se metía la marcha atrás del Rover.
30. No me acuerdo de dónde vivía el hermano de Julio. En cualquier caso, un barrio poco recomendable.
31. No me acuerdo del entierro de mi abuela Carmela.
32. No me acuerdo del título de la película, ni del argumento, ni de nada de nada. Pero me acuerdo de que, hacia el final, salía fugazmente un perro con cara de hombre que daba mucho miedo.
33.- No me acuerdo del Credo ni del Yo pecador.
34. No me acuerdo del camino que llevaba de A. a B.
35. No me acuerdo de la estratagema que permite salir de un laberinto por intrincado que sea (aclaro que no se trata del hilo de Teseo).
36. No me acuerdo del precio del paquete de Luckies en el año ochenta y cuatro.
37.- No me acuerdo del número e.
38.- No me acuerdo del mote que le pusimos al 47 en aquella clase en que todos nos llamábamos por el número de lista.
39. No me acuerdo de los nombres de las cinco hijas de Loli Villa (o tal vez sí).
40. No me acuerdo de lo que soñé esta mañana poco antes de que sonara el despertador. (Un camino elevado, tierra blanda, huertos, un enorme edificio de madera que sirvió de reformatorio en el siglo XIX.)

sábado, 6 de junio de 2009

MUJER, NEGRO, JUDÍO, PERRO, ENANO

Hace más de ciento cincuenta años Charles Baudelaire pudo escribir y aun publicar: "Gracias, Dios mío, por no haberme hecho mujer ni negro ni judío ni perro ni enano". Yo añadiría: ni maricón.
Misoginia, racismo, antisemitismo, antropocentrismo y ¿cómo llamar a lo último?, misonosequé... todo ello en una sola frase. ¡Asombrosa capacidad de síntesis!
¿Quién se atrevería a afirmar en nuestros días lo que Baudelaire dijo sin despeinarse hace tantos, tantos años? Con el código penal en la mano (o en la pantalla del ordenador, no quiero faltar a la verdad), el desventurado que en estos tiempos de lo políticamente correcto quisiera imitar a Baudelaire se arriesgaría a ser condenado a la pena de prisión de uno a tres años por cada una de las palabras "mujer", "negro", "judío" y "enano" (art. 510 CP); y si consideramos a las sociedades protectoras de animales como portadoras de una determinada ideología digna de ser tutelada por nuestros sabios tribunales, a lo peor le caían tres añitos más. De nada le valdría al abogado del émulo de Baudelaire invocar el derecho a la libertad de expresión. ¡Todo tiene un límite, caballero!
Además, sus probabilidades de obtener alguna subvención pública o de dar una conferencia en el Instituto de la Mujer (tengo entendido que las pagan bien) menguarían sensiblemente.


Por cierto, no me olvido de que Charles Baudelaire fue procesado y condenado por ofender a la moral pública con la publicación de sus Flores del Mal (algunas imágenes poéticas se consideraron obscenas o blasfemas; desde ese lado hoy Baudelaire no tendría nada que temer, por supuesto). ¡Pero solo le impusieron una multa de trescientos francos, hombre!

lunes, 1 de junio de 2009

33 REVELACIONES

Miguel Infante Bruño es el autor de un breve texto titulado 33 revelaciones. Ahí van tres de las treinta y tres, quizá no las más logradas, aunque sí las que más me llegaron por razones diversas:

"Como el pintor que se dispone a pintar desde algún lugar elevado un paisaje cubierto por la niebla y al cabo de una hora de trabajo, cansado y confundido por una tarea que de repente juzga equivocada, deja a un lado el pincel y la paleta, retrocede unos pasos y contempla el lienzo: comprende entonces que no está pintando el paisaje, sino la niebla que lo cubre.

"Como el niño que en la azotea de su casa, a la hora del crepúsculo, juega solo con una espada de juguete; la blande, y con su hoja inofensiva atraviesa una y otra vez el aire poblado de incorpóreos enemigos: muchos años después el niño, ya adulto, comprende que se ha pasado buena parte de su vida combatiendo fantasmas con espadas de juguete y que ya va siendo hora de pasarse al acero y a la carne.

"Como el lector que busca en los anaqueles de su biblioteca un libro que recuerda haber leído hace años y del que ya no sabría decir el título ni el autor, pues sólo conserva en su memoria algunas frases vagas y rasgos sueltos de personajes secundarios que el tiempo ha desdibujado: después de buscar en vano durante toda la tarde, comprende que el libro añorado no existe; no existió jamás, jamás ha podido leerlo."