Descubrirá para su felicidad que nadie está al volante, nadie conduce el camión que se lanza carretera abajo a velocidad vertiginosa, la carretera de tierra rojiza y elemental, el destartalado camión en el que viaja sentado sobre el capó, dichoso y sin esperanza, resuelto a aceptar lo que venga, atravesando el aire caliente.
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