Misoginia, racismo, antisemitismo, antropocentrismo y ¿cómo llamar a lo último?, misonosequé... todo ello en una sola frase. ¡Asombrosa capacidad de síntesis!
¿Quién se atrevería a afirmar en nuestros días lo que Baudelaire dijo sin despeinarse hace tantos, tantos años? Con el código penal en la mano (o en la pantalla del ordenador, no quiero faltar a la verdad), el desventurado que en estos tiempos de lo políticamente correcto quisiera imitar a Baudelaire se arriesgaría a ser condenado a la pena de prisión de uno a tres años por cada una de las palabras "mujer", "negro", "judío" y "enano" (art. 510 CP); y si consideramos a las sociedades protectoras de animales como portadoras de una determinada ideología digna de ser tutelada por nuestros sabios tribunales, a lo peor le caían tres añitos más. De nada le valdría al abogado del émulo de Baudelaire invocar el derecho a la libertad de expresión. ¡Todo tiene un límite, caballero!
Además, sus probabilidades de obtener alguna subvención pública o de dar una conferencia en el Instituto de la Mujer (tengo entendido que las pagan bien) menguarían sensiblemente.
Por cierto, no me olvido de que Charles Baudelaire fue procesado y condenado por ofender a la moral pública con la publicación de sus Flores del Mal (algunas imágenes poéticas se consideraron obscenas o blasfemas; desde ese lado hoy Baudelaire no tendría nada que temer, por supuesto). ¡Pero solo le impusieron una multa de trescientos francos, hombre!
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