martes, 17 de marzo de 2009

SUEÑO

El alcohol me hace soñar sueños extraordinarios: una habitación en penumbra, techo alto, paredes sucias y desnudas, en el centro de la habitación un sofá en el que estoy sentado con unos desconocidos. Nos cubrimos las piernas con una especie de red de pescador blanca que tratamos de remendar en absoluto silencio. De repente entran en la habitación tres mujeres vestidas de negro, llevan togas negras con unos cuellos de encaje excesivamente grandes y aparatosos, como los que usaría una vampiresa de novela gótica. Me fijo en las caras de mis acompañantes: lúgubres y reconcentradas, color grisáceo como si estuvieran cubiertas de ceniza. Las mujeres deambulan por la habitación con ridícula solemnidad, mientras nosotros, los remendadores de redes, seguimos a lo nuestro. Se nota que hay distancias insalvables entre nuestro grupo y el grupo de mujeres.

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