martes, 21 de julio de 2009

LA CALERA

He leído poco más de cincuenta páginas de La calera, lo suficiente para darme cuenta de que Thomas Bernhard es un escritor excepcional y de que estoy ante una verdadera obra maestra. Al mismo tiempo, sé que no me va a ser fácil concluir la lectura de esta novela. Las posibles razones: a) mi cabeza no estará para fiestas hasta que no tenga un poco de calma interior (exteriormente, al parecer, siempre estoy calmado), y la fiesta que nos propone La calera exige del lector una especial atención y una cierta predisposición a asimilar nuevas formas (nuevas para mí, se entiende); b) no quiero hacer una lectura superficial e irresponsable (como lector uno tiene sus obligaciones, qué duda cabe) de La calera: podría dañar sin remedio la inmejorable impresión que me ha causado lo que hasta ahora llevo leído; c) quiero estar, como lector y en la medida en que me sea posible, a la altura de la obra.


Debo, pues, esperar. Por otra parte, no hay de qué preocuparse. Sé que el libro se me abrirá cuando llegue el momento idóneo. Y el momento llegará, porque siempre ha llegado.

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