domingo, 21 de febrero de 2010

UNA HISTORIA DEL TRAGA

No hace mucho nos juntamos unos pocos alrededor de un velador de El Sardinero, y yendo de una cosa a la otra, acabamos hablando de la taberna El Traga. Alguien, nostálgico, recordó los versos:

Entre Córdoba y Semana Santa
una palmera corría,
y hasta el reló de la audiencia
se hartaba de sandía.
Mujer, no tienes conciencia
 
que recitara con cómica seriedad el tío Eduardo una noche en la que sin venir a cuento pidió permiso para sentarse a nuestra mesa y nos tuvo en vilo un rato inolvidable con sus viejas historias de la taberna. Como aquella en la que, para comprobar si fulano era o no era mariquita, el tío Eduardo y su hermano Vicente cogieron una tiza y dibujaron en el suelo, frente a la taberna, un tejo o rayuela a modo de surrealista trampa para cazar manfloritas. Si es mariquita ya verás como se mete a jugar, nos decía el tío Eduardo que le decía su hermano Vicente con irrefutable lógica. Y justo cuando pasaba el presunto, los dos hermanos, que ya tenían una edad, se pusieron a saltar a la pata coja y a darle pataditas a una piedra que tenían preparada al efecto, empujándola del uno a dos, del ocho al cielo. Tú no lo mires, decía Vicente. No lo mires y sigue jugando. Y el ya casi seguro mariquita, parado en una esquina, mirando con mal disimulada envidia a los dos hermanos, se mordía las uñas al tiempo que se decía: me meto o no me meto, me meto o no me meto... ¡Y vaya si se metió!
Así, y no de otro modo, se pudo probar lo que desde tiempo atrás se sospechaba.

(De Días de vino y hachís)

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