sábado, 20 de marzo de 2010
EL HOMBRE DE LA MASCOTA (III)
Antes el hombre de la mascota no estaba en la plaza del Duque, sino en la Campana. En la Campana, en la esquina del Tropical para ser más preciso, estuvo plantado durante quién sabe cuántos años, muchas horas al día, sin molestar ni ser molestado por nadie y bien visible. El Tropical (dicho así, El Tropical, ¿qué otra cosa puede ser excepto un bar?) cerró a finales de los ochenta, y en su lugar pusieron una tienda de ropa que se llamaba Solana. Pudo pensarse entonces que con la desaparición del Tropical desaparecería también el hombre de la mascota. Pero el hombre no pertenecía al Tropical, como pronto se supo, sino a la esquina, a la esquina del Tropical o a la esquina de Solana o a la esquina de lo que vendría después de Solana, otra tienda de ropa que se llamaba Blanco, según creo, y en esa esquina siguió plantado, discreto, silencioso y puramente contemplativo, durante muchos años más. Así, hasta que hará cosa de unos cinco o seis años (cinco o seis años son nada) decidió mudarse a la vecina plaza del Duque. Por qué se mudó allí al cabo de tantos años de fidelidad a una esquina concreta de la Campana es para mí un misterio; tal vez el hombre ya no estaba seguro de sus fuerzas, las piernas empezaban a fallarle después de tantos años de estar de pie y se vio forzado a buscar un nuevo emplazamiento en el que, llegado el caso, pudiera sentarse. Cosa que finalmente ha sucedido, como puede verse en la fotografía que puse aquí hace unos días. Allí está sentado, pero sus ojos miran, siguen mirando a la Campana.
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