Cómodamente arrellanados en la butaca, mi hijo y yo escuchábamos por cuarta o quinta vez Don't let me be misunderstood, de los Animals, cuando de repente una algarabía de bandurrias, panderetas y voces engoladas vino a turbar sin la menor consideración nuestro arrobamiento.
—¿Qué es eso, papá?
—La tuna, hijo. La tuna que pasa.
Mi hijo saltó de mis rodillas y fue corriendo al balcón. Súbitamente inspirado, gritó con todas sus fuerzas:
—¡A callar, borrachos!
No, no se callaron, siguieron cantando Clavelitos o lo que fuera aquello. Las bandurrias echaban fuego. Eric Burdon se desgañitaba inútilmente en los altavoces. Pero yo estaba... ¿cómo decirlo? Yo estaba totalmente henchido de orgullo paterno. Y espero, oh Señor, que no se me malinterprete.
5 comentarios:
El señor tenga en su gloria a los Animals... Que para la música mala debe existir algún tipo de infierno. ¡Espero no tener que soportarla toda la eternidad! Motivos de orgullo tienes...
¡Qué jovencito más juicioso!
i guess your kid's just a soul whose intentions are good! qué chico! jaja
Con esa canción y con molina de la creedence clearwater revival me dormía mi madre cuando pequeña... y al final no soy como a ella le hubiera gustado que fuera... eso sí, mi madre y yo estamos de acuerdo en odiar profundamente a los tunos...
¡Ah, la tuna! Qué recuerdos de esos tiempos en los que se podían usar armas de fuego por las calles. Y qué grandes los Animals, en especial el misunderstood.
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