Había empezado a leer el segundo capítulo de Lolita cuando llegó mi hijo y se sentó a mi lado, en el sofá. Muy serio, muy en su papel de hijo que se interesa o finge interesarse por lo que hace su padre cuando éste no tiene nada que hacer, me preguntó qué leía, y yo le dije que una novela de un tal Nabokov. Ah, dijo él, como si conociera a Nabokov de toda la vida. ¿Quieres ver una foto de Nabokov?, mira, y abrí el libro por el final y le mostré una fotografía en blanco y negro en la que sale Nabokov embutido en una especie de chubasquero, sonriendo, no a la cámara, sino a alguien o a algo que hay por encima de su cabeza, a su derecha, con esa sonrisa de viejo socarrón y lascivo que fácilmente podemos imaginarle sin necesidad de fotografía alguna. Entonces mi hijo puso un dedo sobre la nariz de Nabokov y dijo con absoluta naturalidad:
-Está muerto, ¿no?
7 comentarios:
Interesante lo que escribes.
Gracias y un saludo.
Como en aquella película, tu hijo, en ocasiones, ve muertos. Es para preocuparse. Un saludo
Ahora sí que me he preocupado de veras...
muy interesante lo que escribes, un saludo
Gracias, Demian. Ya tenía yo ganas de tener un amigo del DF.
porqué?? en todo caso ya lo tienes.. nos estamos leyendo.
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