miércoles, 6 de octubre de 2010

Auguste B. y el gran Lebowski (una explicación que nadie me ha pedido)

Hace un par de días escribí una entrada en este blog a la que puse por título "Auguste B. y el gran Lebowski". Al releerla a la mañana siguiente, mientras me desayunaba con mi habitual taza de café negro y el primer cigarrillo de la jornada, me di cuenta de que lo que había escrito por la noche resultaba a la luz del día excesivamente lúgubre y lacrimoso y, por encima de todo, falso; un insoportable vaho de falsedad y tristeza emanaba de aquella entrada -que en el fondo quería ser verdadera y alegre-, así que la suprimí de un golpe de ratón y me quedé tan ancho. No me arrepiento de haberla enviado al limbo de los archivos suprimidos. Al contrario, me felicito por ello.

Pero ahora... ahora me comen las dudas. ¿No debería hacer lo mismo con todo lo que he escrito aquí, en este blog? ¿No debería mandarlo todo al limbo, léase, al carajo? ¿No debería mandar ahora mismo al limbo (léase, etc.) esta entrada que acabo de escribir y que, por supuesto, tampoco...?
Pero la mano se me va, se va sola al ratón, el puntero se desplaza por la pantalla y se posa sobre el botoncito fatídico, y ¡click! vuelta a empezar.

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