El viernes pasado, súbita aparición de Tulio en el Marcelo. Saludó, se sentó a nuestra mesa, se bebió mi cerveza de un trago. Luego colocó las piezas en el tablero y retó a Josemaría, seguramente porque pensó que de todos nosotros es el ajedrecista de más fuste. Ambos jugadores hicieron velozmente unas cuantas jugadas. En un momento dado, Tulio dio jaque con su alfil de casillas negras; Josemaría no advirtió que estaba en jaque y respondió con una jugada ilegal, circunstancia que Tulio pescó al vuelo para capturar de un zarpazo el rey enemigo (algo absolutamente prohibido aun en una partida de ajedrez relámpago). Acto seguido se levantó bruscamente de la silla, arrojó el rey capturado dentro de la caja y se largó como si tal cosa. Toda esta secuencia de hechos no duró ni diez minutos.
¡Qué hombre tan extraordinario este Tulio!, debieron de pensar mis amigos del Marcelo. Cavilosos y medio pasmados estuvimos un buen rato, sin atrevernos a hablar de lo que allí había ocurrido; mientras tanto, Tulio galopaba calle arriba en busca de, imagino, otro bar, otra partida de ajedrez, otra cerveza de gorra.
2 comentarios:
Paso a saludar y manifestar que ese Tulio ya estaba dejando sentir muy larga su ausencia, por lo menos a mi me traía inquieto.
También yo andaba preocupado por Tulio. Pero este tipo es indestructible, siempre vuelve.
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