¿Qué puede nacer del rencor? Nada bueno. ¿Por qué nos mostramos obsequiosos (e incluso serviles) justamente con quien más aborrecemos? Cualquiera sabe... Bajo la cruz, la calavera y la serpiente que adornan la fachada del Hospital del Pozo Santo, veo pasar una conocida figura de andares simiescos: ahí están la calva y el mentón hundido en la papada, he ahí la chepa y ese aire repelente de curita fanático y sabelotodo. Vuelvo la cara para no tener que saludarlo. Ya no podría soportar cruzar con él dos palabras.
(Meses después, sin embargo, hubo lugar para la redención, de lo cual me alegro. Ese abrazo suyo en San Fernando fue sin duda sincero. Por lo demás, hace años que cada cual sigue su camino, y no hay razón para que nada cambie. Estas líneas no cambian nada.)
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