Cuñao, yo me paraba, cada día, delante de la casa del cáctus centenario, cuando volvía del San Isidoro, las frías y oscuras tardes de invierno, y ya estaba esa ténue luz que le daba, al interior, esa fantasmal imagen.
Aún hoy en día, me sigo parando, porque me atrae esa casa sobremanera.
4 comentarios:
vaya, es real
¡Pues claro que es real, hombre! ¡Cómo iba a jugar yo con una cosa tan seria? Saludos.
De nada, para eso están los cuñaos de bien ¿o no?
Cuñao, yo me paraba, cada día, delante de la casa del cáctus centenario, cuando volvía del San Isidoro, las frías y oscuras tardes de invierno, y ya estaba esa ténue luz que le daba, al interior, esa fantasmal imagen.
Aún hoy en día, me sigo parando, porque me atrae esa casa sobremanera.
Un abrazo, cuñao.
Fantasmal, así es la casa del cactus. ¿Y cómo serán los que ahí vivan? Un abrazo, Luis.
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